martes, 26 de abril de 2016

Aparece

Me estás matando. No me ves. No me sentís. No te enteras. Me estás metiendo la mano en el centro de la herida. Revolves. Agotas mi cuota de dolor. Vas apareciendo de a poco, como si gozaras de mi agonía. (Si apareces que sea para quererme). ¡Aparece y quereme! No dejo de gritarte y no escuchas.
Alguien me trae tu nombre. Lo devoro. Me sabe dulce, con esa pizca de desamor que lo compone. La sobremesa de tu nombre me tortura. Sé de tu inocencia. El dolor no cesa. ¡Aparece y anestesiame!
Rostros sin sufrimiento me azotan con tu recuerdo. Yo no uso mascaras como ellos, como vos. El cuerpo enfermo no miente y yo padezco de vos. ¡Aparece y saname!
Yo no sé nada de ciencias, pero sé que el corazón me late triste y cansado. (si no sirve para amar, no sirve para nada. Ni siquiera para mantenerme viva). Cuanta gente que viene por mí y ninguno sos vos. (si apareces que sea para siempre). Aparece y quédate.

domingo, 6 de marzo de 2016

El comienzo del recomienzo

Los días siguientes me los pasé durmiendo; cuando no hacía eso lloraba hasta quedarme dormida otra vez. A la semana ya comencé a levantarme temprano y de a poco me reincorporé a mis hábitos. Una mañana me di esperanzas: dejé la coraza en la mesita de luz y de ahí en más salí todos los días de casa amándolo. En el trayecto diario me dispuse a encontrarlo. Me dediqué a esa rutina fundamental de buscarlo, pensando que estaba limpia de él – y él puro de mí – y estábamos listos para el comienzo del recomienzo. Me encontraba tan vacía que nos imaginaba a ambos deseosos de volver a llenarnos de nosotros.


Ese anhelo absurdo de un encuentro que nunca se daba se transcurrió sin tiempo, sin espacio, sin sensatez. De un momento a otro, me golpeó la realidad y entendí que no era el amor ni la esperanza lo que me movía, sino el dolor y la desazón. Era otra tarde en la que vivía no por mí, sino por él cuando asumí que la vida podría cruzarnos mil veces pero ya no coincidiríamos nunca más; que él, tal cual lo conocí, no volvería jamás. Era otra tarde en la que respiraba soledades, cuando entendí que el amor mantiene de pie al más débil, y el amor propio me invitó a salir. 

jueves, 4 de febrero de 2016

Llegá pronto, por favor

Mi amor, hoy supe que sos un varoncito. Ya te imagino tan hermoso como tu papá y tu abuelo, un negrito de pelo bien enrulado.  Hoy te vi, mi amor, y me pareciste lo más precioso del  planeta. Sos muy chiquito, apenas  900 gramos. Todavía no tenes un nombre definido, llevo meses esperándote y amándote y solo me sale decirte mi amor. Te llamo así desde el preciso momento en que supe de vos.
Te estoy esperando con ansias. Tengo tanto amor y todo destinado para vos. Somos muchos, en realidad, los que estamos tachando los días del calendario. Vas a nacer pronto. Vas a nacer, vas a burlarte de todo pronóstico, vas a traer vida y alegría a la familia. Hablando de eso, te va a recibir una familia destartalada pero te vas a encontrar con muchos brazos abiertos. No te preocupes cuando nos veas llorar; es la alegría, es el miedo, la inexperiencia y el sinfín de sensaciones que nos vas a hacer conocer.
Tu papá es muy joven, tenele mucha paciencia. Desde ya, te va a hacer hincha de central. A tu mamá todavía no la conozco, así de descocida es la familia, pero sé que es una mujer muy fuerte. Tu abuelo está loco, entre tantas otras razones, por conocerte. Tíos, vas a tener a montones, de sangre y del corazón; prepárate para los besos y las voces distorsionadas para hacerte reír. De mí, ¿qué contarte? Ni siquiera puedo explicarte este amor que se me debe escapar por los poros para no hacerme estallar. Yo me quedaría abrazada a la panza de tu mamá los meses que quedan hasta tu nacimiento si eso me asegurara que vos estés bien.
Vos vas a venir a unirme todos los pedacitos rotos del corazón. A desafiar la suerte de esta familia. Venís para vivir, para colmarnos de amor, de ese que nos vimos obligados a encajonar pero no lo hicimos y ahora vuelve con más fuerzas. Venís para enseñarnos mil cosas, para hacernos emocionar, para darnos esperanza. Sos la prueba de que la vida siempre se hace lugar, se abre paso entre tanta pena e incertidumbre. Sos un motivo más, el más hermoso de todos, para querer despertarnos y progresar.

Mis suspiros, ya son todos para vos, mi amor. Te espero. Llegá pronto, por favor. 

viernes, 29 de enero de 2016

... Mucho

Te extraño miles de hojas destinadas a ponderarte. Te extraño cientos de besos contenidos en los labios. Te extraño decenas de cafés enfriados de melancolía por pensarte. Te extraño una imagen fija de mi puerta esperando tu regreso. Te extraño…

lunes, 4 de enero de 2016

Advertencia al lector

Los escritos que en este blog se exponen, expresan los alborozos y agobios imperantes de una mente inquieta e inestable. La autora se referirá  a este vuelco de sinceridad literaria como esbozos literarios. Todos los textos fueron escritos en un estado de abstracción absoluta, entiéndase la falta de estatutos y pudores. La autora no asume responsabilidades de herir y/o perturbar sensibilidades.
El lector puede abandonar la lectura cuando lo desee o lo crea conveniente; pudiendo también retomarla sin indicación ni consulta previa como remedio al insomnio, stress, desamor, falta de motivaciones, depresión y/o soledad (reacciones adversas al dorso). Cualquier semejanza con la realidad, es pura experiencia intima de la autora y/o paralelismo existencial entre la misma y el/los lector/es.
En caso de emergencia, apague el dispositivo desde donde lee estas líneas y diríjase a su ser querido más cercano. Por dudas o consultas, escuché a su corazón. Si tiene dificultades para comunicarse con él, se recomienda leer un poema al azar de Benedetti. Para mejores resultados, complementar con un poema de un autor que no conozca (la curiosidad es un síntoma que empeora o persiste).


Lectura libre – Compatible con otras lecturas. 

miércoles, 21 de octubre de 2015

Confesión de apagón

Mi miedo es despertarme mañana, pasado o quizás en medio de esta noche y asumir que te quiero, que no puedo prescindir de vos, que esta situación ya no tiene retorno. Porque entonces tendré que cargar mi amor en mi espalda, a sabiendas de que no es correspondido. Cargar mi amor, que es inmenso, inocente y ciego, ir con él a cuestas tropezándome, topándome con puertas cerradas, con brazos cerrados, con miradas esquivas.
Mi miedo es que ya no pueda negarme este querer, que a paso lento pero firme fue gestando una revolución en todo mi ser; que ya no pueda retractarme y dejar de mirarte o buscarte; que ya no pueda deslindarme de tu sonrisa. Te juro que muero de miedo de asumir que te quiero más de lo que vos estás dispuesto  a permitirte. Porque con ello, viene la pena de que vos no me queres.
Mi miedo es estar segura de quererte y de que no me vas a dar lugar a dejarte querer. Mi miedo es que me quede atrapada y sofocada entre tanto amor dentro de mí que no puede salir. Mi miedo es reprimir a conciencia el impulso de mi abrazo sincero, de mi beso inescrupuloso.

Porque si no se expande ese amor y se guarda en un rincón del alma, se convierte en amargura y desgano. La pena lo va carcomiendo y es ahí cuando uno envejece, se le arruga el alma. Mi miedo es tener que obligarme a olvidarte, con la convicción de que es imposible. Mi miedo, mi amor, es tener que morderme la lengua para no decirte nada de lo que pueda escribir. Mi miedo es luchar con lo que siento, porque eso sería vivir perdiendo. 

lunes, 21 de septiembre de 2015

Besos

Sé de muchos de los besos que regalaste, antes de recibir los míos. En buena hora te regalé mi beso inicial, porque fue perfecto, con la medida justa de besos previos, besos ajenos. Sé de muchos de los labios que te sonrieron, entre beso y beso, antes de que yo te sonriera como nunca sonreí, luego de llenarme de tu beso.
Hace poco –hace tanto- que no llega más tu boca hacía la mía, que nuestros labios no se recorren mutuamente. Bienaventuradas las mujeres que besan tu boca ahora. Y bienaventurada yo, que pasé por ella, y como aún queda tu beso en mí (en mi boca, en mi cuerpo), confío en que en ella queda algo de mí. Por la experiencia de nuestros besos no me arrepiento de nada, por la desilusión de ya no tenerlos, me reservó la melancolía para explayarme en otra ocasión.
Me niego a decir que te extraño, que te quiero, y sabe Dios cuantas melancólicas verdades más. Me las guardo, me las escondo, hasta perderlas, o eso espero; perderlas por un tiempo, hasta que ya no duelan tanto. Sin embargo, a esta altura de mis besos, ya me puedo asegurar que jamás voy a besar con tanto anhelo, tanta sed de alguien, como te he besado  a vos.